Una Semana Santa sin él (2)

Cada día es más duro, solo lo mantiene la lucha y la solidaridad de quienes comparten esta angustia, muchas veces desde el anonimato, una solidaridad desinteresada, humana, emotiva, esto sí es un valor.

Los primeros días estas rodeado de gente, agobiado, pero el tiempo pasa, y poco a poco alrededor no queda nadie, la gente no pregunta por precaución, pensando que te harán recordar, y la verdad es que ni ¡un segundo del día dejas de pensar!, cada segundo es para mi hijo.

Al principio hay comunicación familiar, expresiva, compartiendo la esperanza, desaparece la esperanza y llega el silencio. A todo ello, cada día crece el ansia de lograr la verdad, el deseo de traer a mi hijo a casa, el deber de traer a mi hijo con su madre, el deseo mayor que he tenido nunca que es que mi hijo este aquí, con nosotros y descanse en paz.

Quizás no pueda volver a abrazarlo, y solo tenga el recuerdo, pero no pararé hasta traerlo donde debe estar, con nosotros. No tengo miedo a nada, y no tengo nada que perder, y si todo que ganar, luchar por lo que creo y quiero, mi hijo, la injusticia, la falsedad, luchar contra un sistema que pierde los valores de justicia y libertad.

Hoy estoy mejor que ayer y peor que mañana. Pero esto no significa desanimo, ni pérdida de confianza, en absoluto, porque día a día mi convicción es más fuerte, no parar, seguir adelante, sea una piedra, un muro o una montaña, me da igual, porque al final la verdad triunfará.
Comienza la Semana Santa, en la fotografía mi hijo de costalero un domingo de ramos, era nazareno desde pequeñito. No me canso de ver esta fotografía, su cara refleja el corazón que tenia, generoso e inocente, siempre con una sonrisa para todo el mundo. Su camisa blanca, su medalla nazarena, sus fajines morado y negro, sus guantes, han quedado guardados en el cajón.
A todos gracias de corazón, anónimamente hacéis un trabajo maravilloso, el de que el valor de la solidaridad siga presente, y para quienes estamos en mi situación sea reconfortante y gratificante.